CAMBIO Y PERMANENCIA EN EL AMORFINO COSTEÑO
Sensible a los cambios producidos por el medio natural, socioeconómico y cultural, la variante de la copla conocida como “amorfino”, nace, seguramente, en el siglo XVII, cuando en las llanuras y montañas bajas del Litoral, en lo que actualmente es Ecuador, se establecen los primeros pueblos mestizos.
Ángel Emilio Hildalgo, Historiador
“Amor fino” y “amor cortés” son sinónimos, pues, proceden del mismo tronco. En el mapa lingüístico y árbol genealógico de la poesía montubia, aparecen España, Italia y Francia (Provenza); la copla, el romance y la canción. Por lo tanto, el origen del verso y canto montubio es románico y medieval.
Sensible a los cambios producidos por el medio natural, socioeconómico y cultural, la variante de la copla conocida como “amorfino”, nace, seguramente, en el siglo XVII, cuando en las llanuras y montañas bajas del Litoral, en lo que actualmente es Ecuador, se establecen los primeros pueblos mestizos, con la presencia de españoles, indios y negros, en torno a un modelo primario de plantación agro-mercantil (tabaco, cacao, caña de azúcar).
Digo “se crea” y no “llega”, porque si bien la copla -como se ha dicho- es “viajera”, inmediatamente obtiene “carta de naturalización” en todos los lugares donde se asienta: Cuba, Santo Domingo, Panamá, Tierra Firme, Nueva Granada, Perú, etc. Los españoles portan el fuego creador del verso, acompañados de guitarra y vihuela; pero, en América, la palabra y la melodía se criollizan, la música alcanza timbres especiales, y se introducen nuevos tonos, acentos y giros.
Una segunda peculiaridad del amorfino es su carácter festivo. Es el triunfo de la vitalidad.
Tiene la capacidad de cambiar, transmutarse y adecuarse a las nuevas realidades.
Esta nueva copla recibe el nombre de “amor fino”, en reminiscencia a su linaje provenzal. Solo que ahora, la amada no está encerrada en feudos ni castillos; sino, en el corazón del llano y la manigua. El amorfino surge así, como un producto lingüístico y cultural creado y resignificado por españoles, mestizos, negros, mulatos e indígenas ladinos. Es desde la perspectiva de los estudios folclóricos, una “creación colectiva” en permanente transformación. Hasta hoy, los montubios continúan modificando las temáticas y la piel del texto tradicional, aunque la estructura formal de las estrofas y los parámetros métricos y rítmicos, permanecen inalterables.
La variedad de tópicos referidos en los amorfinos nos indican que es una forma maleable, proclive al cambio a través del tiempo. La percepción del tiempo que pasó se nos revela por la puesta en vigencia de nuevos modos de pensar, así como, por nuevas condiciones materiales de existencia, en las que el montubio interviene como un actor histórico-social, sujeto a cambios.
Por ejemplo, si comparamos los amorfinos recogidos por Wilman Ordóñez Iturralde en la Biblioteca Rolando de Guayaquil, correspondientes a las dos primeras décadas del siglo XX, con los actuales observaremos claramente cómo se introducen, en estos últimos, nuevas valoraciones, cambios de percepción e incluso prejuicios, motivados por el desarrollo expansivo del capitalismo industrial e incluso, por los primeros efectos de la globalización.
Una de las principales características del amorfino, contrario a lo que suele creerse, es su capacidad de poder cambiar, transmutarse y adecuarse a las nuevas realidades históricas, que inciden en el carácter de los registros, temas y tópicos que resultan comunes para quienes los escuchan, en un momento histórico determinado. En el amorfino de “embono” existe una fórmula que ejemplifica esa condición de variabilidad histórica: “Las muchachas de este tiempo”, “las mujeres de hoy en día”, etc.; es decir, se reconoce la posibilidad del cambio social, sobre todo, a nivel de prácticas y mentalidades:
Las muchachas de este tiempo
Son como el alacrán
Cuando se ven grandecitas
Alzan el rabo y se van.
Una segunda peculiaridad del amorfino es su carácter festivo. Desde su ascendente románico provenzal -el amor cortés-, el amorfino representa el triunfo de la vitalidad sensual y el encuentro amoroso, en el escenario de la cotidianidad. El canto de los trovadores es el relato de una aventura tunante, en medio de dificultades, por alcanzar la libertad amorosa; también es la búsqueda consciente de la individualidad, mediante la manifestación expresa del deseo. Por eso, para el trovador, el amor correspondido es como el trofeo del atleta olímpico: motivo de gesta y celebración. También, posibilidad de trascender, a través de la libertad amorosa, en la práctica del “loco amor”.
El tercer rasgo distintivo tiene que ver con el registro oral. La oralidad es el medio que posibilita la acción comunicativa en las sociedades tradicionales. El amorfino, por su carácter testimonial, es la crónica que expresa, a diario, los sucesos que impactan en la vida de los montubios. Por sus amplias posibilidades expresivas, la poesía oral se convierte en una obra abierta en sí misma: su existencia no depende de la codificación escrita, por lo tanto es una obra inconclusa, nunca terminada, en permanente construcción, creación, reinvención y actualización colectiva.
(Fragmento del ensayo “Erotismo y transgresión en la poesía montubia”, de Ángel Emilio Hidalgo, incluido en el libro “Amorfino. Canto mayor del montubio”, de Wilman Ordóñez Iturralde).
Fuente: http://www.telegrafo.com.ec/noticias/guayaquil/item/cambio-y-permanencia-en-el-amorfino-costeno.html
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