La fiesta de San Pedro y San Pablo como proceso identitario

 La fiesta de San Pedro y San Pablo como proceso identitario



Como ya quedó dicho anteriormente, sin lugar a dudas que una de las fiestas más emblemáticas dentro   de la Provincia de Manabí, es la conmemoración de San Pedro y San Pablo . Dentro de los elementos que llaman la atención en la realización de esta festividad, sin lugar a dudas destaca su gran complejidad ritua- lística, la muy abigarrada parafernalia desarrollada alrededor de la misma,  el enorme gasto que representa para sus organizadores y patrocinadores, así como la gran participación popular en todos y cada uno de los días en los cuales la fiesta se celebra. Desde otro punto de vista, también sorprende lo comparativamente reducida dimensión sagrada del ritual, pese a ser en honor de santos fundamentales dentro de la Iglesia Católica y, por oposición,  su gran despliegue “profano”.


 Para una referencia etnográfica completa en relación con esta fiesta, así como para una análisis de la misma, consúltese el Tomo Relativo a la Cultura Popular en la Provincia de Manabí. Marcelo Naranjo et.al. Cuenca, CIDAP, 2001.





Hemos destacado la gran participación popular en todos y cada uno de los actos que integran esta fiesta. Ahora bien, cuando dentro de las tareas investigativas tratamos de encontrar los orígenes históricos de la misma4, y más que ello, la explicación de los actos centrales que son necesariamente incluidos dentro de su realización, nos topamos con la gran sorpresa que en ningún caso, ni los patrocinadores de la fiesta, ni los participantes en la misma, sean jóvenes o viejos tenían un conocimiento del porqué, del fondo mismo de la fiesta. A más de ciertas generalidades, que son repetidas mecánicamente, nadie fue capaz de explicarnos en forma clara y concreta el contenido narrativo de la misma. Desde este punto de vista era claro que había habido un proceso de apropiación de las formas, pero que la tradición oral no había podido trasmitir la historia, ni tampoco daba cuenta de la centralidad simbólica de la fiesta. En lo que si se insistía es en su parte perfor- mativa (Turner 1974), la cual era seguida con especial cuidado en todos y cada uno de sus pasos,  con la particularidad adicional que más de una vez se seguían sumando elementos, no en el contexto de cambiarla de contenido, sino en su apariencia externa, es decir que la “nueva originalidad” se la daba, de cara a alcanzar un impacto visual mayor entre los participantes en ella, pero fundamentalmente entre los observadores.






Siendo así, surgen una serie de interrogantes necesarios en torno a la realización de la fiesta: ¿qué pretendía comunicar la fiesta? ¿porqué ese extraordinario énfasis en las formas y no en los contenidos? ¿porqué tanto fervor popular alrededor de un acontecimiento de cuyo origen y significado ni siquiera están conscientes? En las líneas que vendrán a continuación se tratará de dar un alcance interpretativo  que sirva de respuesta a cada una de estas preguntas.
Si nos atendríamos al criterio de actores y participantes dentro de la fiesta, y nos referiríamos a   sus propias palabras, tendríamos que concluir que el fin último





 En los hechos históricos relatados por los participantes en la fiesta, y que, de acuerdo a su criterio serían los que expliquen la realización de la misma, encontramos un exuberante número de errores, así como un afán de hacerle participar en los hechos al General Eloy Alfaro, legendario héroe popular a nivel provincial, pero quien no tiene absolutamente nada que ver con la fiesta.
de la fiesta es “cumplir” con una promesa realizada a los  Santos, es decir una motivación de carácter exclusivamente religioso. Pero, curiosamente, el aspecto religioso de la misma probablemente es el menos significativo, él se reduce a la procesión en el último día de la fiesta y a una misa solemne; categóricamente podríamos decir que su aspecto “profano”  es al que se le da mayor importancia. Siendo así,  creemos que de lo que se trata es de que un estrato social popular, plenamente identificado,  en su afán de salir  de un estado  de invisibilidad societal, en el cual se ha visto sumido desde siempre, expresa su presencia a través del ritual festivo, dentro de cuya realización,  ocupa un lugar estelar. No nos olvidemos que la sociedad Manabita es una sociedad  tremendamente jerarquizada, y como producto de esa situación, grandes conglomerados sociales, generalmente popu- lares, están desprovistos de cualquier presencia.





Desde este punto de vista, la celebración festiva, a través de un proceso simbólico,  se convierte en el vínculo para que “aquellos sin voz” pasen a ser seres “parlantes”, al menos durante el tiempo a través del cual  se extiende este ritual. El estatus quo  dominante y que está presente en todas las otras épocas del año, momentáneamente cesará en su accionar, lo cual permitirá la plena emergencia del actor popular quien podrá marcar la diferencia entre un “nosotros” frente a los “otros”. Finalmente ese actor popular sentirá su identidad y se aferrará a ella de forma contundente y notoria. Visto este proceso  desde otro punto de vista, podemos señalar que la fiesta de San Pedro y San Pablo se convierte en la  gran oportunidad para reafirmar una identidad que en el trascurso de la vida cuotidiana, sistemáticamente le ha sido denegada a los sectores populares. Esa rígida estructura de poder que es el agente causal de su invisibilidad, es removida temporalmente, puesto que, durante la fiesta, hay una verdadera inversión de roles con sus respectivas dosis de poder (Levi-Strauss, 1968).  El ciudadano común, por fuerza de la narrativa interna de la fiesta, se convertirá en Ministro de  cualquiera de las  carteras,  (y asumirá su papel como tal), ya sea de la Nación de los Negros o de la Nación de los Blancos, y, en su condición de tal, inclusive podrá emitir “resoluciones oficiales” de obligatoriedad general. A través de una metáfora social posibilitada por la acción festiva, adquirirá un poder que nunca antes lo tuvo,  y, dicha situación referida a su individualidad, será transferida al colectivo social popular, dando como resultado, el fortalecimiento de su propia
identidad grupal, es en este sentido que consideramos existe una íntima relación entre La Cultura Popular y la Identidad.






Fundamentándonos en  la reflexión anteriormente realizada es que podemos entender el porqué se pone tanto énfasis  en las formas y no en los contenidos del proceso  festivo. De lo que se trata es de hacer notoria, públicamente notoria, una presencia social. Las vestimentas  de los patrocinadores de la fiesta, así como todo el cúmulo de las decoraciones se convertirán en verdaderos emblemas (Firth, 1975) que por sí tienen un significado y una funcionalidad. Los actos públicos que la fiesta demanda serán ciertamente públicos, y, dentro de ellos, el gran dispendio, quizás el derroche económico se convierte en una norma. No importa que un paso dentro de la realización de la fiesta se lo dé de forma distinta, o que sea innovado, tomando como referencia a lo que  tradicionalmente se ha hecho antes, lo fundamental es que sea público y notorio




. Es en este contexto en el cual logramos entender la ninguna importancia que confieren a la génesis de la fiesta, o a los hechos históricos que pretenden rememorar. Que las banderas sean ricamente decoradas en hilo de oro, que las bandas de los “Presidentes  y sus cortes” estén perfectamente bordadas, que el atuendo festivos de los allegados a los priostes sea lleno de colores y fragancias, que la comida y licores que se brindan diariamente sean abundantes y de buena calidad  será lo más importante. Que en la representación de los roles de personajes históricos hayan inadecuaciones es algo que no interesa a nadie. Como se dijo anteriormente, lo más importante es que se vea, que se haga presencia, que quede abolido el ser invisible. Si esto se consigue, de acuerdo al criterio del colectivo social que participa activamente en la fiesta, se podrá concluir que la fiesta ha alcanzado el éxito que buscaba .
Tratando de respondernos a nuestra tercera interrogante relativa al fervor popular y participación en una actividad que no se la entiende en su significado interno, no es difícil afirmar que la primera razón que explicaría el hecho es un afán
5 Cuando los patrocinadores temporales de la fiesta dan explicaciones “históricas” respecto de la misma, mezclan hechos históricos y tiempos históricos a discreción. Se hacen intervenir a personajes que nada tiene que ver con la fiesta, pero que en su memoria oral son importantes. No hay un afán de engaño, sino simplemente una reiteración que nada de eso es importante frente a la externalidad de la fiesta.de participar en la fiesta dentro del más exhaustivo espíritu lúdico. Si tomamos en cuenta el calendario festivo manabita (relativo a fiestas religiosas y de carácter cívico), coincidiremos en que en esta región del país existe una verdadera inclinación a las fiestas, y a la participación popular dentro de ellas; en ese sentido San Pedro y San Pablo no tendría nada de especial, respondería a una tendencia generalizada. Pero, más allá de ello, creemos que, y esto sí es una especificidad de la fiesta mencionada, hay un afán de participación en el amplio contexto de salir de un anonimato y de marcar presencia, pero una presencia con poder, con jerarquía, la cual va a ser exteriorizada a través de una serie de hechos simbólicos, pero también objetivos, expresados a través de la compleja parafernalia festiva que caracteriza a esta celebración.



Aunque en el contexto provincial global, existen ciertos  estratos poblaciones elitistas quienes no participan de la fiesta ni como actores ni como espectadores, y para quienes la fiesta misma “es una actividad del peor gusto, producto de una sostenida ignorancia”6, ni siquiera ellos podrían argumentar que no son conscien- tes de la festividad, es decir, el carácter público de San Pedro y San Pablo, ya que ella  es de reconocimiento  general. Precisamente, esa coyuntura sirve para que “circule el poder” y que estamentos poblacionales populares, quienes en la cuoti- dianidad están despojados del mismo, hagan acopio de él , y, al menos de forma momentánea,   lo vivan, lo sientan, lo expresen y reciban a cambio un reconocimiento de esa nueva dimensión en sus vidas.
Se podría argumentar que más que una adquisición  temporaria de poder, se trata de moverse al interior de una “política de prestigio”, hecho, que por otro lado no es nada raro dentro de las celebraciones festivas entre campesinos serranos. Consideramos que no es así, y a este convencimiento hemos arribado por varias vías. En primer lugar pese a nuestra insistencia en indagar si el estatus social de los patrocinadores de la fiesta se verá transformado (hacia niveles superiores) después de la misma, la respuesta categórica en todos los informantes de muy
6 Criterios similares fueron expresados en una fiesta entre Manabitas residentes en Quito, cuya membresía étnica no era ni montubia ni de “cholo pescador”,  y cuyo inserción económica  estaba alineada con clases pudientes.
diversas localidades ha sido que no. En segundo lugar, a lo que se “apuesta” en la fiesta no es a una exaltación individualizada de los personajes participantes, sino a un colectivo popular en el cual entran patrocinadores y participantes.
En ese sentido se reitera en decir que quien queda bien no es el o la Presidente, Presidenta, sino la fiesta de tal lugar, incluyendo al colectivo popular y también al lugar,  y esta dimensión espacial de la fiesta también es de suma importancia.  Si tomamos a la ciudad de Portoviejo, capital provincial de Manabí,  como el eje del estudio, podremos observar que las fiestas más reconocidas de San Pedro y San Pablo se dan en dos barrios cuya composición es totalmente popular: Picoazá y Las Lomas de San Pablo, asentamientos humanos totalmente despojados del poder formal, y con una imperiosa necesidad de expresar su presencia en el contexto citadino general.








A lo largo de este artículo insistentemente hemos venido sosteniendo que la fiesta de San Pedro y San Pablo se convierte en una oportunidad a través de la cual conglomerados sociales que por su ubicación dentro del contexto socio económi- co históricamente han estado invisibilizados, y concomitantemente alejados de una concepción de identidad, reivindiquen, en primer lugar, y luego  acentúen una identidad   propia. Este fenómeno, de acuerdo a nuestro criterio, ha sido posible de darse, en virtud de  la  rigidez de una estructura de clase imperante en la provincia, en donde, además de dicha estructura, también interviene de una forma directa,  un criterio de estatus, que trasciende el aspecto netamente étnico, y que hace aún más difícil la reivindicación de identidades que no estén alineadas con la clase dominante (para una amplia reflexión respecto al problema de clase y estatus en la ciudad de Manta, consúltese Naranjo, 1982). En este sentido la fiesta de San Pedro y San Pablo  se convierte en el vehículo más idóneo para revertir aquella tendencia, y se convierte en “generosa” contribuidora de una identidad emergente

MARCELO F. NARANJO
FOTOS CELIA LOPEZ...CRUCITA..PROCESIÓN MARITIMA ..PACOCHE  MANTA Y PICOAZA PORTOVIEJO

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