La diáspora Manabita


http://www.desdemitrinchera.com/2008/08/27/la-diaspora-manabita/

Juan José Illingworth

Según el INEC Pichincha tiene en el 2008 más del doble de población que Manabí: 2´683.272 habitantes, es decir 19.72% del país, frente a 1´314.445 en Manabí, o sea 9.66% del país.

Sin embargo, en función de la información de registros ciudadanos, los nacidos en Pichincha son apenas el 14.07%, mientras los nacidos en Manabí son ya el 13.44% del país. Esto significa que los manabitas estarían a 0.63% de alcanzar a los pichinchanos. Pero teniendo en cuenta que la tasa de registro en Pichincha es 0.92% superior en Pichincha que en Manabí, se puede deducir que los manabitas son ya la segunda provincia más pobladora del país.

Sólo el 71.27% de los nacidos en Manabí reside en su provincia. El resto, constituye una gran “diáspora” de casi medio millón de habitantes, de los cuales casi la mitad (48.28%) vive en Guayas. En el resto de la costa viven 19% y en Pichincha el 27.55% de los manabitas que no viven en Manabí. Sólo 1 de cada 20 manabitas “migrantes” está en el resto del país.



En Guayaquil, los cantones de donde más provienen los manabitas esparcidos son Jipijapa con 43.089 y Paján con 25.534; luego vienen Portoviejo con 15.875 y Sucre con 14.540. Los cantones de Chone, Santa Ana y 24 de Mayo tienen aproximadamente 10 mil ciudadanos cada uno residiendo en Guayaquil. A pesar de las suspicacias y tensiones a las que me referí someramente la semana pasada, los manabitas han tendido enormes vínculos con la ciudad más poblada del país. Finalmente todo puerto es una puerta y por ella entran de manera natural el aire cosmopolita y la migración. Muchos manabitas entraron en el sabor porteño e hicieron de Guayaquil su ciudad. No es de extrañarse que Manta, por ser puerto a su vez, no esté entre los cantones de mayor aporte manabita a Guayaquil.

En Quito la presencia de los manabitas es inmensa, tanto en cantidad como en calidad. Algunos piensan que llegará el momento en que tal presencia sea tan grande que lleguen a tomarse el poder; algo así como que los afroamericanos lleguen al poder con Obama. Tal fenómeno es, en efecto, muy probable. Sin embargo, el punto clave está en saber si tal Presidente representaría realmente los intereses de Manabí o si sería simplemente otro Presidente más, aunque nacido en Manabí, como ha sucedido con algunos guayaquileños que han llegado al poder y se han convertido en centralistas y hasta en enemigos de Guayaquil. Este precisamente, es el punto por el cuál una diáspora manabita creciente y cada vez mejor ubicada en el resto del país no es garantía de bienestar y desarrollo para Manabí.

La única manera de que Manabí progrese realmente es concretando su Autonomía, lo cual, a las pruebas me remito, no se ha podido lograr con la sola voluntad de Manabí. Alfaro fue tan sólo “El General de las derrotas”, como cariñosamente lo llamaban, según consta en la narración histórica relatada en su mausoleo en Montecristi, hasta que Guayaquil, con Ignacio Robles S. a la cabeza, tumbó al Gobierno Central y mandó a llamar al viejo luchador para que presida la revolución. Este vínculo entre manabitas y guayasenses es en mi concepto una condición sine qua non para que en ambas provincias consigamos nuestras ansiadas Autonomías.

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